“UNA SOLA PALABRA, DA MUCHO ‘JUEGO’ A NUESTRO RICO IDIONA ESPAÑOL”

Según el diccionario, al ‘mujeriego’, se le define con frecuencia como el hombre que frecuenta sexualmente a muchas mujeres…
Hay un rescrito muy bueno de Mariano Arnal, sobre los mujeriegos.

MUJERIEGO
“Esta calificación define por sí misma al hombre que no se sujeta a ningún género de fidelidad. Lleva además implícita la palabra, que se trata de mujeres que entran en el ‘juego’ de la promiscuidad, es decir se sobreentiende que son mayormente mujeres ‘perdidas’ las que frecuenta el mujeriego.

Es sorprendente que el mismo término puede tener incluso carácter elogioso para el hombre así calificado (no terminantemente condenatorio al menos), mientras que las mujeres que ha de haber para que el hombre sea mujeriego, están condenadas, aún sin nombrarlas.

Sucede lo mismo que en todo lo referente a la prostitución: es la mujer la que carga con un baldón que ni siquiera roza al hombre, que es precisamente el inmortal y el impresentable, en todo lo que a la prostitución se refiere.

Es tan inconcebible que la mujer pueda llevar una conducta sexual análoga a la del hombre, que ni siquiera existe una palabra para denominarla. A falta de un nombre adecuado (si fuese calcado, sería “hombre-riega”; inconcebible por la palabrota y el hecho), se la llama ramera en todas sus formas, pero no con carácter de denominación, sino de insulto; porque sólo cuando se comercia con el propio cuerpo, es decir cuando se “sirve” sexualmente y se cobra esos servicios, se pueden adjudicar propiamente esos calificativos. Y es tanto más sorprendente que esto sea así culturalmente por cuanto vistos con la perspectiva de la escala zoológica a la que pertenecemos, tan legítima y natural sería tanto la promiscuidad en el hombre como en la mujer.

Esta forma de mujeriego, parece que es posterior a la de mujerero, que probablemente se dejó asimilar a formas como labriego, paniego, andariego, etc., que expresan la tendencia, la frecuencia, o la inclinación. Seguramente se empleó antes esta forma de expresión como: “En éste lugar hay un buen mujeriego” significando que hay muchas mujeres atractivas. Se acerca éste al significado de ‘mujererío’ (multitud de mujeres). Otra expresión que seguramente fue anterior a la calificación del hombre como mujeriego, es ‘a mujeriegas’, que desde que las mujeres llevan pantalones ha caído en desuso. Se refiere a la forma de montar a caballo las mujeres, que se sentaban de lado en la silla, con las dos piernas juntas, en vez de hacerlo a horcajadas como los hombres. Otra palabra muy cercana es ‘mujerengo’: se usaba para referirse al hombre que se encontraba mejor en compañía de las mujeres, como uno de ellas, que en compañía de los hombres, como uno de ellos. Hoy se usan también para denominar a estas personas, expresiones menos ‘delicadas’… Se usa también, dice el diccionario, como sustantivo. Esta misma palabra, también con valor adjetivo y sustantivo, se ha utilizado en Argentina para designar al ‘enamoradizo’, al propenso a enamorarse de las mujeres, al mujeriego.

Y ya por agotar al grupo léxico, nos queda ‘mujeruca’ y ‘mujerzuela’, nombre despectivos ambos, en especial el segundo, desprecio que va asociado no a la persona, sino a su condición de mujer, cuando ésta es ejercida fuera de los cánones que la obliga a un comportamiento totalmente ajeno a los criterios de igualdad de ambos sexos”.
(Mariano Arnal)

¡Muy buen artículo, si señor!

Hay un impresionante poema de una monja, que conocía a la perfección el mundo, la carne y el pecado, a muchas clases de hombres y a muchas mujeres, virtuosas, o no…
El amor loco, desenfrenado y egoísta de algunos hombres, lo deja plasmado en este maravilloso poema, orgullo de la literatura universal.

“Hombres necios que acusáis”…

“Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mucho que culpáis: si con ansia sin igual solicitáis su desdén, ¿por qué queréis que obren bien si la incitáis al mal?

Combatís su resistencia y luego, con gravedad, decís que fue liviandad lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo de vuestro parecer loco, el niño que pone el coco y luego le tiene miedo.

Queréis que con presunción necia, hallar a la que buscáis… para pretendida, Thais, y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro que el que, falto de consejo, él mismo empaña el espejo, y siente que no esté claro?

Con el favor y desdén tenéis condición igual, quejándoos, si os tratan mal, burlándoos si os quieren bien.

Siempre tan necios andáis que, con desigual nivel, a una culpáis por cruel y a otra por fácil culpáis.

¿Pues cómo ha de estar templada la que vuestro amor pretende, si la que es ingrata, ofende, y la que es fácil, enfada?

Más, entre el enfado y pena que vuestro gusto refiere, bien haya la que no os quiere y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas a sus libertades alas, y después de hacerlas malas las queréis hallar muy buenas…

¿Cuál mayor culpa ha tenido en una pasión errada: La que cae de rogada, o el que ruega de caído?

¿O cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga: La que peca por la paga, o el que paga por pecar?

Pues ¿para qué os espantáis de la culpa que tenéis? Queredlas cual las hacéis o hacedlas cual las buscáis!

Dejad de solicitar, y después, con más razón, acusaréis la afición de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo que lidia vuestra arrogancia, pues en promesa a instancia juntáis diablo, carne y mundo”.

(Sor Juana Inés de la Cruz)


“Juana Inés de Asbaje y Ramírez, (México, 1.651-1.695) Escritora mexicana, fue la mayor figura de las letras hispanoamericanas del siglo XVII. Admirada por su talento, a los catorce años, apadrinada por los marqueses de Mancera, brilló en la corte de virreinal de la Nueva España por su erudición versificadora. Pese a la fama que gozaba, en 1.669 ingresó en un convento de la orden de San Jerónimo.

Dada su escasa vocación religiosa, sor Juana Inés de la Cruz prefirió el convento al matrimonio, para seguir gozando de sus aficiones intelectuales:
“Vivir sola… no tener ocupación alguna obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros”.

Su celda se convirtió en punto de reunión de poetas e intelectuales, como Carlos de Sigüenza y Góngora, pariente y admirador del poeta cordobés, Antonio de la Cerda.

En su celda también llevó a cabo experimentos científicos, reunió una nutrida biblioteca, compuso obras musicales y escribió una extensa obra que abarcó diferentes géneros, desde la poesía y en teatro, hasta opúsculos filosóficos y estudios musicales”.

¡Una gran mujer, al menos eso creo yo!

¿Qué ocurre cuando una mujer se enamora de un hombre, ‘mujeriego’ al que le gustan todas o casi todas las mujeres? El que las ama sin escrúpulos y luego las abandona? ¿Hay que tacharlas de mujeres fáciles, tontas o demasiado confiadas?
No todos los mujeriegos son iguales, existen los que simplemente han decido no comprometerse y llevan este estilo de vida, pero también están aquellos que se encuentran atrapados en la frustración de no desear a la mujer que aman y no poder amar a la mujer que desean.
¿A quién le miente este hombre? En principio le miente a otras mujeres pero principalmente se miente a sí mismo él, ya que busca en los vínculos que establece una manera de estar en el mundo en que usa y es usado, con profundo miedo al compromiso y culpas cuando es consciente del daño que hace.
¿Qué les queda a tantos hombres luego de un encuentro furtivo y volver al mundo de siempre? La desgarradora soledad, escoltada de una sensación de vacío, y el gran dolor de ni siquiera recordar el nombre de su amante de la noche pasada.

Dicen que hay algo más fuerte que el amor, y es la tentación… y es por culpa de las tentaciones, por lo que muchas mujeres sufren las consecuencias de un amor frustrado… Me parece muy injusto que haya hombres de esa calaña, que enamoran y abandonan con tanta facilidad a las mujeres que por una razón u otra, caen en sus brazos, sin pensar en las consecuencias… y TODO porque están enamoradas.

El privilegio de las mujeres es que cuando nos entregamos lo hacemos por amor y no por sexo, aunque el sexo sea muy importante.

En fin… es un tema que daría para mucho más, pero no quiero extenderme.

Sor Juana Inés de la Cruz, fue extraordinaria en aquella época en que las mujeres eran consideradas muy por debajo de sus capacidades. Sólo las tenían para atender a su marido, su casa, parir hijos y poco más...

Ella escogió su vida con total libertad. No quiso ‘ataduras’ con un matrimonio, ni tener que cumplir todas las obligaciones sociales y personales que se le habrían impuesto, si se hubiera casado.

Es de los personajes de la historia que siempre he admirado, por su condición de mujer, por su sabiduría, y desde luego por su feminidad…

Adela