EL TRAUMATÓLOGO… 16-2-2016


Viviendo en Canarias, un día haciendo de jardinera arrancando unas plantas que se habían puesto muy feas y las quería cambiar por otras, me lastimé el hombro izquierdo. Las dichosas plantas tenían unas raíces tan profundas, que tuve que hacer un esfuerzo casi sobrehumano para poder arrancarlas.

Después, me dolía tanto el hombro que fui al Médico de la empresa. El me mandó rehabilitación, me hizo acupuntura (cosa que no me gustó nada) pero pasados 10 días, a mí me seguía doliendo lo mismo, además no podía levantar el brazo apenas, y dormir era casi imposible de los dolores que tenía.
Volví al Médico y decidió remitirme a un Traumatólogo...

Me llevó mi hija Adela, porque yo no podía conducir, llevaba el brazo en cabestrillo, así que ella hizo de chófer y acompañante de su ‘tullida’ madre…

Llegamos a la consulta del Traumatólogo y al entrar en su despacho, me encuentro con un señor altísimo y guapísimo, rubio, con unos ojos azules increíbles que me recibía con una sonrisa deliciosa, como para caerse de espaldas… Tan impresionada me quedé, que desde ese momento, empecé a des coordinarme mientras le contaba lo que me ocurría…

El guapetón, además era encantador y amabilísimo y después de contarle mi dolencia, me dijo: Siéntese aquí señora, (señalándome una camilla) y quítese la chaqueta…

De repente me di cuenta, con horror, que como hacía mucho calor, me había puesto un trajecito de chaqueta de verano fresquito, pero no se me había ocurrido ponerme un bodi de sedita que tenía. Solamente llevaba el sujetador… Me quedé con mi sujetador a la vista, menos mal que me había puesto uno precioso de encajitos, que al menos “luciría” mejor. Así que resignada, me puse en sus manos… Lo tenía tan cerquita que me pude fijar bien en el impresionante doctor… ¡Qué barbaridad, qué pedazo de hombre!

El bello señor revisó mi dolorido hombro, vio mis radiografías y me dice: Si, tiene usted el hombro “congelado”… ¿Congelado? Le pregunté, y ¿Eso qué quiere decir?... Pues que no lo puede mover, está inflamado y los ligamentos un poco distendidos, le pondré una infiltración de Novocaína que le calmará enseguida y le mandaré que haga unos ejercicios específicos durante 10 días, y luego vendrá a verme...
Mi hombro estaría congelado, pero la que se había quedado congelada perdida, viendo ese “Ejemplar“de tío tan perfecto, era yo…

La infiltración, me dolió un huevo, pero haciéndome la valiente, por pura coquetería no dije “ni pío”.

Al salir de la consulta comentamos Adelita y yo, lo guapísimo que era... La infiltración me calmo mucho, hice los ejercicios que me mandó y llegó el día de la segunda visita.

Había tomado mis precauciones... Unos días antes fui a comprarme unos Bodis pues ya que no iba a tener más remedio que hacer Striptease, al menos que estuviera vestida por dentro femeninamente sexi, pero discreta… Encontré unos preciosos, todos de encajitos, eran tan ideales que compré dos, uno blanco más dulce y otro negro, completamente sexi. Decidí ese día ponerme el blanco más dulce e inocente y dejar el negro más atrevido y sexi, por si tuviera que hacer una tercera visita…

Adelita también me acompañó. Llegamos y entramos en la consulta, el hermoso señor todavía me pareció más impresionante, y ¡claro! para reconocerme me tuve que quitar la blusa que llevaba… pero mientras me iba desabrochando los botones, en vez de hacerlo con toda naturalidad, como debí haber hecho, no se me ocurrió otra cosa que ponerme a darle explicaciones del porqué me había puesto el Bodi, no le dije que por coquetería ¡claro que no! Pero le dije que era porque tenía frío… (Hacía un calor de muerte).
El guapo, me miró sonriendo, mientras se puso a reconocer mi mejorado hombro. Supongo que estaría más que acostumbrado a llamar la atención de las señoras que iban a su consulta… Me dijo que el hombro estaba mucho mejor y que siguiera haciendo los ejercicios de rehabilitación. Le pregunté si tenía que volver otra vez, pero me dijo que no era necesario…

¡Me quedé sin poder lucirle mi Bodi negro sexi! ¡Qué pena!

Al salir, mi hija Adela que estuvo discretamente callada durante todo el rato en la consulta, no pudo aguantarse y me dijo: ¡¡Por Dios mamá!! ¿Por qué has tenido que decirle nada? Has debido quedarte callada prudentemente ¡y él ni se hubiera fijado! Los Médicos están acostumbrados a ver a sus pacientes en ropa interior… Pero yo le dije: Si hija, tienes razón… me puse nerviosa… pero ¡Yo no estoy acostumbrada a desnudarme delante de hombres tan impresionantes!... ¡Y no pude evitar mi coquetería femenina!...
La verdad es que nunca se me ha dado nada bien eso… de ser una descarada coqueta… ni mostrarme sexi… ni hacer una caída de parpados… ni un meneo de pestañas… ni una sonrisa insinuante… ni mucho menos un guiño… ¡Hay que ver!... Y voy, y de repente un día me entran todas esas tentaciones… y claro, me salió fatal, como no me lo tenía ensayado... Cómo demonios me iba a salir bien?... Imposible!...

Cosas de mujeres, algo tímidas y recatadas... Jajajjaaaa

Hoy día, no soy NADA tímida, porque se aprende de las experiencias.
Además el Traumatólogo que tengo ahora, es más feo que ‘Picio’… y no me inspira nada de nada.

Adela