Un cerrado de árboles rodeaba la casona, una vida o dos o tres, una simple palabra pero profunda "DIGNIDAD" porque lo digno no es lo que uno cree, sino lo que alguna vez tratamos de hacer, con tal intención, viejas y viejos, criadas con delantal que trabajan lo justo y telas de araña, conviven en armonía. Esta es la vida de alguien, es el fin de algunos y la resurrección de otros, recuerdos que cobran su mayor importancia cuando el vivir es casi morir y el morir es un poco volver a existir, y yo, lo contemplo y compruebo que si hay alguien con algún derecho a reclamar su lugar en el arco iris del cielo son las sombras que aún recorren las estancias de la vieja casona, oscuras y tenebrosas, parecen reclamar su lugar en ella, sombras y morongos que parecen estar representando una gran obra, su última representación. Extraños que comen en el mismo lugar "ECOS" de vidas pasadas sudan entre las paredes resquebrajadas por el paso del tiempo, estaciones que llegan, que pasan, árboles que agradecen esa especie de dejadez, de olvido, porque la vida, acaba. El ufano jardinero ya no tiene lugar en la casa de "el medio", ya nunca los rayos del sol entrarán por la claraboya que hay en el desván y los primas de la vieja lámpara dejarán de hacer deslumbrantes cabriolas, donde tantos recuerdos guardo de mi niñez. Olor a viejo a humedad cálida, silencios rotos por campanas colocadas al azar para anunciar visitas inesperadas y una "vieja" llena de ternura hace las veces de ama de llaves y dueñas de recuerdos de cuando la cordura y la señora de la casona eran bellas...