El sendero de la vida se agota,
va cambiando de color según pasan
las estaciones, sendero de paz de
pensamientos escogidos entre los
más bellos.
Una vez, recorriendo el sendero que hay
hasta llegar al roble de la colina, empecé
a contar las veces que había sido feliz,
concluí que habían sido pocas, pero
cada una de ellas, las disfruté y después,
las padecí, porque una vez esos momentos
habían terminado sientí que un abismo se cernía
entre la felicidad y yo.
Llegando a la colina el sendero se oscurece,
desnudo de vegetación, espacioso, como
queriendo dar su último aliento...va hacia su fin,
destino último de algo que un día comenzó,
en silencio, con armonía y lleno de belleza.