Amor, amor, catástrofe.
¡Qué hundimiento del mundo!
Un gran horror a techos
quiebra columnas, tiempos;
los reemplaza por cielos
intemporales. Andas, ando
por entre escombros
de estíos y de inviernos
derrumbados. Se extinguen
las normas y los pesos.

Toda hacia atrás la vida
se va quitando siglos,
frenética, de encima
desteje, galopando,
su curso, lento antes;
se desvive de ansia
de borrarse la historia,
de no ser más que el puro
anhelo de empezarse
otra vez. El futuro
se llama ayer. Ayer
oculto, secretísimo
que se nos olvidó
y hay que reconquistar
con la sangre y el alma,
detrás de aquellos otros
ayeres conocidos.

¡Atrás y siempre atrás!
¡Retrocesos, en vértigo
por dentro, hacia el mañana!
¡Que caiga todo! Ya
lo siento apenas. Vamos
a fuerza de besar,
inventando las ruinas
del mundo, de la mano
tú y yo
por entre el gran fracaso
de la flor y del orden.

Y ya siento entre tactos,
entre abrazos, tu piel
que me entrega el retorno
al palpitar primero,
sin luz, antes del mundo,
total, sin forma, caos

Pedro Salinas, Versos 611 a 654
(de "La voz a ti debida)


De qué sirvió convertirte en el sol de mis días, en mis sueños nocturnos? De qué, hacer de tus palabras mi religión; de tus silencios mi penitencia? De qué, de qué sirvió amar por encima de la cordura, en contra de lo racional, a través del tiempo, la desolación y la ausencia?

Y de qué ha servido que supieras, con total seguridad, que yo hubiera estado siempre a tu lado, sin dudas, sin fisuras??? Tan solo para que me hicieras saber, con total rotundidad, que nunca, de ningún modo, en ninguna circunstancia, te quedarías conmigo.

Ay.... amor, amor, catástrofe!! Tras tu paso, todo se ha derrumbado: los cimientos en los que creía, las murallas que me protegían, los muros donde te esperaba. Y no ha quedado en pie ni el refugio dulcísimo y falso de tus mentiras...





Buenas noches, quizá, tal vez, a todos..