Una de mis películas favoritas de cuando era niño y aún hoy sigo revisando es Mary Poppins, recuerdo bien sus palabras...- cuando no me queréis, yo me quedo... - cuando me queréis y no podéis pasar ni un día sin mí...es hora de marcharme... frases que se quedaron grabadas en mi mente y escenas entrañables que nunca olvidaré.

Siempre necesitamos a alguien, una compañía agradable con la que charlar, con la que compartir confidencias, y claro está siempre hay alguien que nos necesita, en este mundo de soledades, de laberintos y de caminos sin retorno, de alguna forma buscamos ese faro en la noche que nos ilumine y nos guíe en la oscuridad.

Construímos nuestro mundo interior a base de acontecimientos y de hechos de experiencias, positivas y negativas, intentamos caer bien siendo como somos, sin falsas poses que confundan a los que nos rodean y siempre siempre interpretamos nuestro gran papel, el papel que se nos ha encomendado en la gran obra que es nuestra vida, una película, una obra de teatro, todo vale si el final es feliz, aunque no nos olvidemos que hay finales tristes, dramáticos...pero eso es algo inevitable...

La entrañable Mary Poppins llegó a un hogar que de alguna forma era un poco infeliz, los niños eran rebeldes y díscolos...ellos pidieron un deseo, desearon una niñera con unas características muy concretas...y ese deseo les fue concedido...al principio la niñera fue muy severa (aparentemente), con el paso de tiempo les regaló un mundo de fantasía maravilloso, la llegaron a adorar, esos niños no sabían lo que tenían hasta que un buen día "el viento cambió de dirección" y Mary Poppins debía marcharse a otro lugar donde la necesitaran, en ese lugar ya no hacia falta...

A veces hay que dejar marchar a las personas, cerrar etapas, marcarse unas metas y cumplirlas...siempre quedarán esos recuerdos, canciones, bailes y por qué no... miradas cómplices de una película, la película de nuestras vidas...pero esa película aún no sabemos como terminará...